lunes, 24 de octubre de 2011

EL MAPA Y EL TERRITORIO

Esta novela ha llegado con todos los parabienes de la crítica literaria francesa y española y además con el premio Goncourt, así que el riesgo era nulo a la hora de abordarla. Y Michel Houellebecq no defrauda, aunque se haya apartado de sus formas anteriores, haya dado un giro enorme y apueste por un texto con distintos ritmos y pocos guiños a su obra anterior, pero plagado de ese desparpajo a la hora de expresarse que se encuentra en las personas de bastante edad a las que les importa un pito lo que piense el personal.
El protagonista de la novela es Jed Martin, un niño bien desconcertado ante la vida, sin una idea meridianamente clara de lo que quiere hacer y agobiado por cosas tan de andar por casa como una avería en el calentador. Sabemos de su buena formación, del escaso cariño que le prodigó su escasa familia y de la soledad que marca sus días. Y, a partir de ahí, una serie de ocurrencias le llevan a distintas facetas artísticas que, sin mayor esfuerzo, le colocan en el altar de la fama y le hacen multimillonario. Digo ocurrencias porque lo mismo le da a la fotografía, sobre todo mapas Michelín, que a la pintura, todo desde un punto tan personal que al final esa singularidad le lleva a la fama. A través de Jed conocemos el drama de su padre, un arquitecto de obra frustrada, que construye grandes balnearios y que ahora padece una grave enfermedad. Y a través de Jed conocemos también el mundo y los entresijos culturales franceses, con un retrato demoledor de críticos, inversores y el mundillo parisino en general.
No tiene pelos en la lengua Houellebecq a la hora de mostrar su desesperanza ante el devenir cultural de Francia, ante una sociedad que no sabe muy bien a donde va y donde el dinero lo mueve todo. En un momento determinado decide implicarse a fondo y el mismo autor, con nombre y apellido entra en la novela y al poco se convierte en un personaje clave, que es tratado de forma inmisericorde . Houellebecq se presenta a si mismo como un personaje misógino, arisco, enfadado con la sociedad, insoportable, huidizo y en plena decadencia personal y creativa, y con ese bagaje no duda en convertirlo en clave de la parte final de la novela hasta dejarnos casi con la boca abierta, por su descaro y su dureza.
En fin, una novela casi para leer del tirón, aunque conviene reposarla porque el autor nos regala, como casi siempre en sus novelas con descripciones sobre insectos o disquisiciones filosóficas que no tienen desperdicio, aunque el mismo las rebaje asegurando que las ha sacado de la wikipedia. Genio y figura...