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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

martes, 10 de abril de 2012

CON EL AGUA AL CUELLO

Petros Márkaris, veterano escritor y guionista griego, recupera al personaje que le dió fama, el comisario Kostas Jaritos, para enhebrar una oportunista novela sobrevolada permanentemente por la tremenda crisis económica griega. No conozco las entregas anteriores pero, si son parecidas, estamos ante literatura de consumo puro y duro.
La novela no pasa de ser un guión corriente para una miniserie televisiva hilada al filo de la actualidad: con ese fondo de esta crisis inacabable que se ceba tanto sobre los griegos, y que nos alcanza ahora a nosotros de lleno, Márkaris nos va describiendo la investigación que el comisario tiene que emprender ante la aparición de varios cadáveres descabezados, todos ellos pertenecientes a la jet bancaria y financiera del país, más uno de una agencia de valoración internacional. Con las calles ocupadas a diario por los manifestantes que no quieren quedarse de brazos cruzados ante los inmensos sacrificios que les imponen Bruselas (en realidad Berlín) y el FMI, el comisario Jaritos tendrá que ir encajando las piezas para descubrir al asesino o asesinos, sus motivos y, de paso, descartar el siempre socorrido atentado terrorista, terror del que saben bastante por tierras helenas. Lo cierto es que la historia no tiene mayor interés, los avances de la investigación están bastante cogidos por los pelos, y las pinceladas costumbristas sobre familia y colegas golpeados por los recortes no bastan para justificar esta novela que huele, repito, a oportunismo. En fin, para pasar el rato si no se tiene algo mejor entre manos.

miércoles, 4 de abril de 2012

TODOS TIENEN RAZÓN

No sé que echa más para atrás, si esa cucaracha que aparece en la portada, y que en la traducción se empeñan en llamar escarabajo, o las seis páginas con las que arranca el libro, una interminable lista de las cosas que no soporta el protagonista y narrador y en la que aparece casi todo. Y es que Tony Pagoda, un exitoso cantante melódico italiano, que no duda en equipararse con Sinatra, está de vuelta de todo. Años en los escenarios, con una popularidad sostenida y más que razonable, y una vida de excesos de todo tipo, dan para mucho. Y nos lo cuenta de forma apabullante, con una verborrea que probablemente delata su origen napolitano, y en la que mezcla el argot de los bajos fondos y la desmesura de quien no tiene nada que perder y reflexiones filosóficas de gran calado. además de una preocupación por la lengua y las formas que denotan que forma parte de una época ya en decadencia cuando no desaparecida por completo. A través de ese torrente de palabras, nos va trazando una demoledora visión de la Italia de las últimas décadas, cada vez más amarga, desde aquella época en que Bettino Craxi era una promesa en la política, hasta la actual en la que, Craxi ya olvidado tras su exilio y muerte en Túnez, brillan los políticos sin escrúpulos, los del enriquecimiento rápido y el éxito a golpe de talonario.
El autor, Paolo Sorrentino, es muy conocido como director de cine, firmó por ejemplo IL DIVO, pero esta es su primera novela y pone el listón muy alto. Porque el Tony Pagoda que nos describe es un magnífico ejemplo de la desmesura de los últimos años, de esas vidas que huyendo de la realidad de la mayoría se singularizan a través de los excesos, aunque tengan que hacer pausas, como esos veinte años en los que le situó en un autoexílio en Brasil en el que vivió en condiciones próximas a la miseria. La novela supone toda una reflexión sobre el paso de la vida y se resume en esto:"...me equivocaba de objetivo:creía que tenía que perseguir a cualquier previo la edad juvenil y, en cambio, el deseo remaba en dirección contraria..." Por fin somos viejos.