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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

lunes, 24 de septiembre de 2012

RESCATE

El escritor australiano David Malouf publicó por primera vez esta novela hace tres años, tirando de un recuerdo de infancia, cuando en su Brisbane natal, en plana guerra mundial, su profesora les leyó un fragmento de la Ilíada, el que hace referencia a la guerra de Troya. Aquella primera lectura le llevó a escribir dos poemas sobre la guerra y a esta novela que se centra en un episodio muy concreto de la historia de Troya, el del rescate del cuerpo de Héctor por su padre, el rey Príamo. Héctor había dado muerte a Patroclo, amigo y amante de Aquiles, y este a su vez había matado a Héctor y manifestaba su duelo arrastrando furioso el cadaver, ante las murallas de Troya, durante once días consecutivos. Una escena insoportable para los troyanos, pero sobre todo para su padre, el rey Príamo, que decide, acompañado por un carretero, acercarse al campamento griego y entregar a Aquiles el tesoro de la ciudad a cambio del cuerpo del hijo. No desvelo nada porque la historia es más que conocida. Lo que Malouf hace es una profunda incursión en los sentimientos tan contrapuestos de Aquiles y Príamos, en sus sensaciones más íntimas, en sus temores y debilidades y en sus apuestas heróicas casi enloquecidas. Es un relanto emocionante, atrapador, una vuelta de tuerca distinta a un episodio tan conocido, que antepone lo personal a una guerra que será devastadora para Troya, pero también para los griegos asediantes, alejados durante tantos años de sus hogares. Una magnífica historia, una narración llena de poesía.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

KITCHEN

Un regalo del amigo Jaime, me devuelve a la literatura japonesa y a una autora, Banana Yoshimoto, de la que ya había leído un libro de relatos y, que en su momento, califiqué de ñoña. Siempre atiendo las recomendaciones y, por supuesto, los regalos literarios, aunque tenga razones previas para mirarlos con cierto recelo. Y más cuando leo que esta es una de sus primeras obras, anterior a la que había leído y, por tanto, probablemente más  naif. Y, en cierto modo, así es. Kitchen, que da nombre a la obra, es el primero de los tres relatos, en el que se nos presenta a una joven, Mikage, que tiene que enfrentarse sola al mundo tras la muerte de su abuela. Se refugia en los espacios y las cosas más cercanas para sobrellevar la pérdida y uno de los lugares donde se siente más cómoda es la cocina, porque el ruido de la nevera le hace compañía. La saca de ese encierro un joven, Yuichi, que trabaja en una floristería, que conocía a su abuela y que la invita a trasladarse a su casa donde vive con su madre, Eriko, en realidad su padre que se ha transformado en mujer tras la muerte de su esposa. Con esos mimbres Banana Yoshimoto profundiza en la soledad, la amistad, la solidaridad, el valor de las pequeñas cosas y de los momentos cuanto más simples mejor, para disfrazar la burbuja en la que voluntariamente se introduce alguien que quiere huir de una realidad a la que  quiere esquivar, a la que no quiere enfrentarse. El segundo relato, "Luna llena", es una suerte de continuación del anterior, como si quisiera arreglar el desaguisado y que deja perlas como esta "la felicidad es vivir sintiendo, lo menos posible, que el hombre, en realidad, está solo". Y hay un tercero,"Moonlight shadow", donde la muerte y la soledad vuelven a adquirir el máximo protagonismo, también azotando a unos jóvenes que se quedan desconcertados y que a falta de asumir su pérdida hasta ven a sus queridos muertos.
No está mal. Son narraciones muy intimistas, muy cercanas, a veces emocionantes y otras rozando una ñoñería que, por abundante, resulta empalagosa. Al menos para mi gusto. Todo depende del momento en que se lea. En todo caso no está mal echarle un vistazo. A fin de cuentas es Japón en estado puro.