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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

jueves, 26 de septiembre de 2013

CARACTERES BLANCOS, de Carlos Labbé

Los cuentos, las narraciones cortas, no se cuentan entre mis ficciones favoritas. Quizá porque son demasiado breves para mi gusto, hay muchas en las que te quedan las ganas de más, de un desarrollo mucho mayor, o también porque a veces se vuelven pretenciosas de tanto cultivar la brevedad.
Carlos Labbé, un joven valor chileno que algunos señalan como uno de los futuros grandes en la literatura en lengua castellana, presenta aquí una serie de relatos enmarcados en una historia más amplia que se alarga en siete capítulos. Es la historia de una pareja que, provista con solo dos botellas de agua y cuadernos con las páginas en blanco, se adentra en el desierto. Entre ayuno, sed y temperaturas extremas, cada uno por su lado va escribiendo historias que luego se cuentan. 
A medida que van avanzando los días, el ayuno deja sentir sus efectos, el agua se acaba y el desvarío se adueña de sus cabezas. Y es entre esos capítulos separadores que cuentan los días en el desierto, donde vamos conociendo esas historias que van desde la estrambótica construcción de un arca, las aventuras de un aspirante a escritor en las playas argentinas, el descubrimiento de un padre de que su hija es un pez, o las reescrituras de un texto budista o de "La vida breve" de Onetti. La verdad es que apenas un par de esas historias han llamado mi atención y algunas eran francamente aburridas.
Como ya he dicho este tipo de literatura no me apasiona pero siempre esta bien para saber hacia donde apunta la nueva narrativa y quienes son esos señalados como los futuros grandes de la literatura en español.

jueves, 19 de septiembre de 2013

EL CIELO ÁRIDO, de Emiliano Monge

Emiliano Monge es un catedrático de Ciencias Políticas, mejicano, que decidió abandonar su cátedra para instalarse en Barcelona y dedicarse ahí a lo que le apasiona:publicar libros y revistas y escribir. Con "El cielo árido" ganó el vigésimo octavo premio Jaén de novela, probablemente gracias a la arquitectura narrativa bastante original y no tanto al argumento. Porque este suena a conocido en otras muchas novelas latinoamericanas: esos personajes fuertes, desalmados, con un origen terrible que no justifica las atrocidades que cometen, y con ese característico amago de arrepentimiento que no ha de cuajar porque todo parece ponerse en contra.
La novela es un hábil ejercicio con resabios de realismo mágico latinoamericano y realismo sucio norteamericano. Es la historia del gringo Germán Alcántara Carnero, de su nacimiento en una mísera casa en una de las tierras más áridas de México, donde los campesinos son poco más que esclavos al servicio del amo. Es la narración de su primera huida, de su alistamiento forzado en una tropa, de su segunda huida, del primer amor de su vida, del regreso, de su asentamiento como matón oficial, de las atrocidades que comete, de la quema de una iglesia, de los asesinatos en una presa, de su intento de redención y de las facturas que le pasa la vida.
Esa es la historia pero contada de otra forma. A retazos. Con continuos saltos en el tiempo. Constantemente hacia adelante y hacia atrás. Con un intento de implicación del narrador en la historia, que no acaba de entenderse. Al final hay como un efecto mareo. La lectura se hace difícil porque la estructura narrativa elegida parece perseguir ese efecto a propósito. Hay demasiada reiteración, demasiados cambios de nombre, demasiado salto. Es verdad que la formidable descripción ambiental, esa aridez que lo empaña todo, esa crueldad inusitada, ese desapego brutal atrapan y te fuerzan a seguir la lectura. Pero no lo pone fácil Emiliano Monge. Y aunque todo te lleva a alcanzar al final, uno no tiene claro si el esfuerzo que requiere seguir la historia merece la pena.
En fin, para curiosos que buscan otras formas de contar.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

EL ARTE DE LA DEFENSA, de Chad Harbach

 Es esta una de esas novelas que, inesperadamente, triunfan, habiéndose colocado hace un par de años entre las diez mejores aparecidas en Estados Unidos. Como no podía ser de otra forma está envuelta en la consiguiente leyenda de escritor que tardó en elaborarla nueve años, que rodó por los escritorios de varios editores antes de que lograr su publicación y que, cuando salió a la venta, se convirtió en un éxito imparable, aclamada por crítica y público. Es la primera novela de Chad Harbach, originario él de Wisconsin, y, a la espera de sus nuevas producciones, le ha situado en el olímpo de los grandes. 
El arte de la defensa toma el título de un libro de Aparicio Rodríguez, un jugador mítico del béisbol, que se convierte en la guía espiritual y formativa del joven Henry Skrimshander, llamado a jugar un papel clave en toda la trama.Y es que este chaval, de un lugar remoto de Dakota del Sur, posee unas dotes extraordinarias, naturales, para jugar al béisbol y será Mike Schwartz, veterano y vapuleado capitán del equipo perdedor de la universidad de Westish, el que descubrirá su talento y su potencial como salvador del mismo.
A través de esos personajes llegamos al campus de esa universidad que tiene una especial fijación con Melville, y no digamos su rector, un hombre hecho a sí mismo, mujeriego empedernido hasta que en su camino de cruza Owen, un alumno que le hará perder la cabeza...por amor.
Las expectativas puestas en Skrimshander y su previsible fracaso, que no del equipo, serán la excusa para navegar por esta absorbente novela, que mezcla temas muy queridos por la literatura norteamericana: el deporte nacional, el béisbol, un campus universitario, las complejas relaciones entre personajes que se juegan el triunfo o convertirse en perdedores, una hija descarriada que vuelve a casa y un toque gay  para poner a prueba los valores de unos y otros.
La mezcla le ha salido bien a Harbach, que ha conseguido una novela entretenida, emocionante por momentos y quizá un poco sobrada de referencias y explicaciones sobre ese deporte incomprensible que es el béisbol y que, más incomprensiblemente aún, apasiona a los norteamericanos.