martes, 19 de noviembre de 2013

LOS PRIVILEGIOS, de Jonathan Dee

Esta es la quinta novela de Jonathan Dee, las cuatro anteriores al parecer no están publicadas en España. Y viene con el respaldo, nada menor, de Richard Ford y Jonathan Franzen, también especialistas en detallarnos el modo de vida americano. Y ese es el ejercicio que aquí realiza Jonathan Dee, neoyorquino, que situa buena parte de la trama de esta novela en esa ciudad que tan bien conoce. Y no solo en cuanto a la ciudad misma, sino a su gente. Porque a fin de cuentas Nueva York es el imán que atrae a muchos de los que sueñan con ese famoso "hacerse a si mismo" que tanto fomentan en el EEUU.
Y de eso trata la novela. De triunfadores. Y, por una vez, abandona la moralina habitual y los que infringen la ley, no son necesariamente castigados.
Todo gira en torno a la familia Morey. La novela arranca con la boda de los jovencísimos Adam y Cynthia: de la universidad directamente al matrimonio y la vida adulta. Una relación muy fuerte que se mantendrá a lo largo del tiempo y que aparece configurada desde el principio con el viejo esquema de él gana dinero y ella se ocupa de la casa.
Se saben triunfadores desde el principio. Son guapos y cada año que pasa tienen más dinero, gracias a a las habilidades de Adam como gestor de inversiones, que no solo se lleva un pastizal en su trabajo sino que utiliza la información privilegiada para realizar sus chanchullos que le generarán jugosas cantidades a esconder en paraísos fiscales. Y así mientras el uno se hace con millones, la otra cuida de los niños, dos y muy guapos, y dedica su tiempo a decorar apasionadamente cada casa que van comprando. 
Durante buena parte de la novela se tiene la sensación de que algo va a pasar, y para mal. Pero ahí está el juego de Dee con los lectores: nada de ideas preconcebidas. Los otros dos personajes importantes son los hijos: April, cada día más perdida y buscando en que ocupar su tiempo, y Jonas,con un enfermizo gusto por la música de generaciones anteriores y una desesperada obsesión por encontrar su lugar en el mundo.
Son el núcleo duro familiar, al que sólo asoman de forma tangencial padres y padrastros. En el que no aparecen apenas amigos, aunque sí montones de conocidos, muchos por el fuerte olor del dinero.
Rompe esta novela algunos esquemas, a pesar de trabajar con muchos tópicos. Y retrata a una élite social muy propia de Estados Unidos, donde lo imporante es amasar dinero, cuanto más mejor, aunque realmente no se necesite tanto. Y sin escrúpulo alguno al hacerse con ello, aún a riesgo de saber que se están vulnerando las leyes y podría darse el caso de perderlo todo en un momento.
En fin, entretenida y con momentos que llegan a atrapar previendo cosas que al final no ocurren.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

JUEGO Y DISTRACCIÓN, de James Salter

Dicen los entendidos que JUEGO Y DISTRACCIÓN supuso la consagración de James Salter como novelista y le convirtió en un nuevo clásico de la literatura norteamericana. Si ellos los dicen...La novela fue escrita en los sesenta, publicada en 1967, pero tiene tal frescura que podría haber sido escrita en la actualidad. Es verdad que la acción transcurre en la Francia de esos años, y que aquellos americanos ociosos que se permitían largas estancias en nuestro dulce país vecino, parecen ser cosa del pasado. Pero la descripción de los sentimientos, de la pasión, de los entresijos de una relación son absolutamente modernos.
Salter utiliza un lenguaje muy sencillo, con abundancia de frases cortas, para contarnos la relación imposible entre un joven norteamericano, Dean, que abandona Yale y se va a Francia, con el dinero de su padre, a encontrarse a si mismo. Una excusa como otra cualquiera para pegarse la vidorra hasta que el padre corta el grifo. Meses en los que deambulará por la Francia profunda, con un descapotable, al que incorpora a una joven provinciana, Anne Marie, por la que siente una pasión irrefrenable. A lo largo de la novela asistimos al avance de esa relación, al sometimiento de la joven a Dean, a las primeras dudas de este, y a su anunciada fuga al final, cuando decide, la falta de dinero aprieta, que lo mejor es volver al redil, es decir a Estados Unidos. La narración parece tranquila pero esconde algunas cargas de profundidad en lo que se refiere a la relación amorosa y su discurrir y cuenta la peculiaridad de que es narrada por un tercero, amigo de Dean, que más parece un voiyeur que un narrador imparcial. Claro que es este el que nos conduce desde el principio por esta historia que tiene datos colaterales, como sus amistades en París, todas de posibles, o su retiro a la provinciana Autun, donde no está muy claro que hace aparte de leer y observar los amorios de su amigo. El mismo narrador advierte que todo lo que cuenta no responde fielmente a la relación, sino que tiene aportaciones propias, fruto de su imaginación y de lo que deduce de lo que le cuenta Dean.
Hay quien compara a Salter con Hemingway y Scott Fitzgerald. Son palabras mayores. Pero lo cierto es que estamos ante un redescubrimiento del primero que nos confirma su extraordinaria habilidad como escritor y contador de historias. Desde luego en esta se luce.