jueves, 30 de marzo de 2017

LA TIERRA QUE PISAMOS

Aqui tenemos la segunda novela de Jesús Carrasco. En cuanto arrancas con la lectura, te acompañan dos sensaciones claras que se mantendrán hasta el final de la novela: la primera, que la historia cojea por poco creíble; la segunda, que Jesús Carrasco tiene un notable dominio del idioma y nos regala pasajes muy hermosos que, aún así, no dan lo suficiente para convencernos de la historia.
 Y es que plantear una gran guerra en Europa, con el triunfo de un imperio presumiblemente norteño, en el que España está anexionada, no resulta muy creíble como arranque. Faltan más detalles que sostengan la historia, pero presumiblemente al autor optó por esas lagunas para no desvirtuar más la historia.
El imperio es generoso sobre todo con los suyos, de ahí que los que han hecho mucho por la victoria tengan la opción de instalarse en fincas y grandes casas en los lugares que elijan. Así es como algunos de esos norteños europeos se establecen en una zona de Extremadura, donde gozan de una vida idílica y llena de comodidades, algo que no ocurre con la población local.
Entre las llegadas está Eva, una señora que parece disfrutar de una segunda vida, con un clima acogedor muy distinto al de su país de origen, con una gran casa en una finca donde tiene de todo.
Vive Eva en un pequeño paraíso, aparentemente estable, y en plena felicidad cuando la repentina presencia de un hombre en su finca, que se establece bajo una encina y empieza a trabajar en la huerta, lo altera todo. Eva no sabe nada del hombre, de nombre Leva, y lo poco que averigua se refiere más a sus movimientos cotidianos a su extraña manera de comportarse, a su amor por la tierra...Se empieza así a forjar una extraña relación, sin apenas comunicación entre ellos, que habla del mundo de vencedores y vencidos, y es que detrás de Leva se adivina una historia de sufrimiento y exilio que le ha reducido al mínimo, a lo básico, al regreso al origen y el aferramiento a los elementos mínimos de vida. 
En fin, una novela rara y una historia extraña, no exenta de páginas memorables que, en todo caso, no la salvarán de un pronto olvido.

jueves, 16 de marzo de 2017

AL OTRO LADO DEL CANAL

Julian Barnes. Regreso a uno de esos escritores  de estilo privilegiado, fina ironía, y observador privilegiado. Es una colección de diez relatos que tiene ya unos años, pero que viene bien al caso, lo digo por el Brexit, para recordar esa eterna fascinación que tienen los británicos por las formas de vida y la forma de ser de los que vivimos al otro lado del Canal, es decir el resto de Europa.
Barnes se ciñe en este caso a Francia y la difíciles e imprescindibles relaciones que el Reino Unido mantiene con un país por el que siente una profunda admiración, sin esconder su clara francofilia.
Son diez relatos que sitúa a lo largo de tres siglos, lo que nos da pinceladas bien interesantes desde la época de la revolución francesa hasta nuestros días, donde sitúa el titulado "El túnel".
Son historias en algún caso excéntricas que en muchos otros no esconden la enorme simpatía de Barnes por Francia y su forma de vida. A veces tiene un punto cruel con sus paisanos, como cuando describe el comportamiento del aristócrata inglés sólo interesado en el criquet mientras en Francia estalla la revolución. O cuando un compositor  británico que vive aislado en un pueblo francés, pretende y consigue que los vecinos apaguen cualquier generador o aparato eléctrico que pueda interferir en su audición de una pieza clásica que difunde la radio inglesa.
Hay otros relatos magníficos como el de las dos señoras que venden sus posesiones en Essex para instalarse en la región de Burdeos donde compran un viñedo.
En fin, nada del otros mundo, pero siempre gratificante leer buena literatura y sobre gente tan cercana como franceses e ingleses.