Leonardo Padura no decepciona. Al menos. no a mí. El listón ya lo había puesto muy alto en entregas anteriores, así que siempre queda la duda si una nueva novela estará a la altura. Y sí. Lo está.
En este caso el protagonismo es para a diáspora cubana, adjetivada como se quiera. Una diáspora, exilio forzado o buscado, que afectará de lleno a los protagonistas, un grupo de amigos, un clan, cuya vida conoceremos a los largo de varias décadas, desde los años ya lejanos cuando se conocieron en la universidad hasta una madurez, cuando no vejez, asentada en distintos escenarios.
A través de los distintos personajes, con orígenes y estatus diferentes, pero que en aquellos años de universidad apenas contaban, vemos como irán transitando desde la ilusión, incluso la alegría, de un tiempo en el que todavía creían en las bondades de la revolución, al desencanto, cuando no la desesperación, ante una situación de bancarrota económica, de ruina incluso moral, que les conduce a unos a la resignación y a otros a la huída en busca de otros mundos posibles.
Sorprende, por momentos, la crudeza con la que Padura, que sigue residiendo en Cuba, se sumerge en una situación en la que no faltan visiones despiadadas de las peores caras de un sistema que lleva años haciendo aguas. No deja espacio para la esperanza, quizá por que no hay nada más desesperante que esperar un imposible. Clara, Elisa, Bernardo, Walter, Irving...ponen caras y tipos a toda una generación de cubanos a los que les cuesta reconocer el fracaso, que intentan resistirse a la desesperación, y que se agarran como pueden a lo que pueden para evitar la claudicación.
Una amargura creciente que impactará también en la nueva generación, la que ha buscado, sin complejos, su futuro fuera del país, aunque manteniendo a flote su cubanidad.
Es un retrato duro y al tiempo apasionante. Abandonar el propio país no es fácil para nadie. Tampoco para un cubano.
En general, me ha gustado mucho. La forma de contar de Padura mantiene la fuerza de siempre. Quizá, para mi gusto, se le ha ido una poco la mano en un argumento que apunta por momentos trazos de culebrón, algunos claramente sobrantes.
En todo caso, Padura es mucho Padura.
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