Un hueso duro de roer, estas casi setecientas páginas de la última novela de Bret Easton Ellis, que no defrauda por lo menos en cuanto a lo que de él se espera. En declaraciones durante la presentación del libro, el autor asegura, aunque lo hace también en la obra, que esta es la novela, la primera, que quiso escribir, cuando tenía 17 años. Tenía una necesidad vital, a sus 17 años, de trasladar al papel la ansiedad, las inquietudes, los miedos, los amores, las locuras...todo un mundo de sensaciones de un adolescente de familia bien a principios de los 80 en California. No pudo, lo aplazó hasta ahora, y en su lugar se centró en MENOS QUE CERO, la novela que le dió a conocer en todo el mundo.
Como nos tiene acostumbrados, Ellis se convierte en protagonista y narrador de unos hechos que nunca aclara si son mayoritariamente autobiográficos o solo algunos retazos personales pasados por el tamiz de la ficción literaria. El escenario, Los Ángeles a principios de los ochenta y lo que nos cuenta es lo que les ocurre durante el último curso antes de la universidad, al propio autor y su grupo de amigos en un colegio pijo, todos ellos bastante sueltos por unas familias que nadan en dinero y que están a otras cosas. Un grupo de alumnos que más que a estudiar se dedicar a postrera, drogarse, mantener relaciones de todo tipo y con un anhelo y creencia común: resistir hasta el final de curso, porque ahí se producirá, con su traslado a la universidad, un cambio radical en sus vidas. Todo eso lo vamos a través de Bret, que se pasa el día medio colgado, aparentando salir con una chica estupenda, con serias dudas de su heterosexualidad que compensa con relaciones con chicos, y que iniciará una auténtica cruzada contra un alumno nuevo, Robert Mallory, al considerar que amenaza el bienestar del grupo. De ahí a vincularle con un asesino en serie que actúa por la zona solo hay un paso. Al final todo acaba como el rosario de la autora.
El libro podría ser una serie más de adolescentes con concesiones al thriller, y los habituales viajes al infierno de las drogas, tan característicos en el autor. Es verdad que atrapa, pero también que hay ratos que aburre con ese manejo de tiempos que le lleva a enumerar calles y más calles cuando circula por la ciudad, o a dejar constancia de decenas de canciones que escuchan él y sus amigos, lo último de aquellos años.
En definitiva, una novela más en el mejor estilo Bret Easton Ellis, controvertido como siempre, pero no por ello menos interesante.