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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

jueves, 19 de septiembre de 2013

EL CIELO ÁRIDO, de Emiliano Monge

Emiliano Monge es un catedrático de Ciencias Políticas, mejicano, que decidió abandonar su cátedra para instalarse en Barcelona y dedicarse ahí a lo que le apasiona:publicar libros y revistas y escribir. Con "El cielo árido" ganó el vigésimo octavo premio Jaén de novela, probablemente gracias a la arquitectura narrativa bastante original y no tanto al argumento. Porque este suena a conocido en otras muchas novelas latinoamericanas: esos personajes fuertes, desalmados, con un origen terrible que no justifica las atrocidades que cometen, y con ese característico amago de arrepentimiento que no ha de cuajar porque todo parece ponerse en contra.
La novela es un hábil ejercicio con resabios de realismo mágico latinoamericano y realismo sucio norteamericano. Es la historia del gringo Germán Alcántara Carnero, de su nacimiento en una mísera casa en una de las tierras más áridas de México, donde los campesinos son poco más que esclavos al servicio del amo. Es la narración de su primera huida, de su alistamiento forzado en una tropa, de su segunda huida, del primer amor de su vida, del regreso, de su asentamiento como matón oficial, de las atrocidades que comete, de la quema de una iglesia, de los asesinatos en una presa, de su intento de redención y de las facturas que le pasa la vida.
Esa es la historia pero contada de otra forma. A retazos. Con continuos saltos en el tiempo. Constantemente hacia adelante y hacia atrás. Con un intento de implicación del narrador en la historia, que no acaba de entenderse. Al final hay como un efecto mareo. La lectura se hace difícil porque la estructura narrativa elegida parece perseguir ese efecto a propósito. Hay demasiada reiteración, demasiados cambios de nombre, demasiado salto. Es verdad que la formidable descripción ambiental, esa aridez que lo empaña todo, esa crueldad inusitada, ese desapego brutal atrapan y te fuerzan a seguir la lectura. Pero no lo pone fácil Emiliano Monge. Y aunque todo te lleva a alcanzar al final, uno no tiene claro si el esfuerzo que requiere seguir la historia merece la pena.
En fin, para curiosos que buscan otras formas de contar.

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