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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

jueves, 26 de marzo de 2020

EL RUIDO DEL TIEMPO, de Julian Barnes

Hace cuatro años(2016) se publicó esta novela de Julian Barnes, uno de mis escritores británicos favoritos. La acabo de leer y no me ha defraudado en absoluto. Se mete a fondo en un personaje real Dmitri Shostakóvich para  adentrarnos no solo en la terrible convivencia que se establece entre el mundo artístico y una dictadura, sino para ponernos en la piel de un ser humano al que le falta el coraje para rebelarse, temeroso permanente de ser ejecutado pero al mismo tiempo tentado de suicidarse ante lo inaguantable de la situación.
Novela Barnes la vida de Shostakóvich, desde su infancia, feliz, en una familia acomodada, a su interés desde muy temprano por el mundo de la música. Empieza a componer pronto y lo hace con maestría. Intercala amoríos y pasiones. Pero dedica el grueso de la obra a contarnos sus miedos, al terror que le producía que cada doce años, curiosa coincidencia su vida fuera puesta en la picota.
Tras una primera etapa de gloria artística, las cosas se tuercen en 1936: tras dos años de éxito su ópera Lady Macbeth en Mtsenk se representa en el teatro Bolshoi de Moscú con un espectador  de excepción: Stalin. Este mismo firma, al parecer, una durísima crítica en el diario Pravda en la que califica la obra de bulla y ejemplo de arte decadente  y contrario a la revolución. Creyó el compositor que el fin sus días  estaba próximo, y de hecho se pasó muchas noches, durante semanas, con una maleta preparada a la puerta del ascensor, esperando la visita de la policía política. 
Por una serie de casualidades se salvó pero quedó muy tocada su dignidad humana por el miedo y la impotencia ante un sistema que anteponía los fines a las personas. Se libró de la muerte, pero no de pasar por el arrepentimiento público y de plegar su creación artística a las condiciones que hicieran su música compatible con la gloria mayor de la revolución socialista y el paraíso soviético.
Tuvo que ir pasando por todos los aros para sobrevivir, y el régimen le convirtió en uno de sus héroes, indiferente a los sentimientos del músico. Le manipuló a placer, y le convirtió en un títere a cambio de poder seguir componiendo. Sobrevivió a Stalin y a algunos de sus sucesores, pero a que precio.
Una novela admirable que destapa los horrores de todas las tiranías y su manipuladora y poco respetuosa relación con el mundo del arte.

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