Regreso a un clásico, a otro tiempo, para tomar otras perspectivas literarias. En este caso está conocidísima novela corta de Henry James, un magnífico cuadro de cierta sociedad de finales del siglo XIX. James escribió esta novela, publicada primero en prensa, por entregas, basándose en las cartas que Lord Byron escribió a una de sus pretendidas amantes, y en una historia que le llegó de un editor de Boston apasionado por el poeta Shelley, que logró hospedarse en casa de la amante de Byron con la idea de hacerse con correspondencia preciosa de esos dos escritores.
Partiendo de ese punto, y siguiendo lo que nos cuenta el narrador en primera persona, nos encontramos a un crítico literario norteamericano que se traslada a Venecia para conseguir, fracasado un primer intento por correo, las cartas que el poeta Jeffrey Aspern envió a su pretendida miss Bordereau, quien se niega celosamente a hacerlas públicas. Asistimos por tanto al intento del crítico de hacerse con ellas, llegando a colarse como inquilino en el palazo en el que malviven miss Bordereau y sus sobrina. Una tarea extremadamente difícil tanto por las enorme desconfianza de la primera como por las pretensiones sentimentales de la segunda.
Más allá de ese argumento, James nos pinta un interesantísimo retrato de la Venecia de entonces, de sus lugares más significativos, incluídos la Piazza San Marco y Florian, y todo bajo el bochorno del verano en la ciudad de los canales, que apenas se atempera en el jardín del palazo que el protagonista regenera, a golpe de talonario, en un intento más por ganarse la confianza de las Bordereau.
Una obra perfecta para calibrar la maestría de James, que además se lee en poco más de un rato.
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