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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

domingo, 14 de noviembre de 2010

TRAIN

Pura novela norteamericana, con todos los ingredientes previsibles y bastante violencia, en algún caso un tanto gratuita. Train, título de la novela, es también el apodo de un joven negro que malvive el Los Angeles a mediados de la década de los cincuenta. Familia desestructurada, de pocos recursos, y teniendo que buscarse la vida cada día, en este caso haciendo todo tipo de trabajos en un campo de golf, incluído el de caddie. Por casualidad allí conoce a Packard Miller, un extraño personaje, del que luego sabremos que es uno de esos policías que actúan a menudo más allá de los límites de la ley, jugador aficionado al golf y sobre todo un entusiasta de las apuestas. Un encuentro fortuito que retomarán más adelante, cuando Train ha tenido que salir por pies de su casa, ha encontrado otro trabajo en un campo de golf, en peores condiciones laborales y salariales, y cuando Miller ha dado un salto en la escala social al casarse con una viuda rica, a la que aliñó el caso de asesinato de su marido por dos jóvenes negros que asaltaron su yate. Emprenderán entonces una estrecha colaboración para hacer apuestas jugando al golf, mientras vamos conociendo las angustias de Norah, la mujer de Miller, y la deriva de Plural, un ex-boxeador que pierde la vista y al que cuida Train. Aunque la crítica pone la novela por las nubes, quizá porque Pete Dexter ya es un autor consagrado y muy premiado, lo cierto es que todo suena a ya visto o leido, las situaciones no son para nada originales y el desenlace se adivina mucho antes de que empiece a desarrollarse. En fin, prescindible.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

DUERME

Más o menos todos hemos pasado, hemos experimentado algún episodio de insomnio y el que no no sabe la suerte que tiene. Así que esta novela de Annelies Verbek, ¡Duerme!, sirve, de algún modo, de recordatorio de esas jornadas de pesadilla en las que contar ovejas no sirve para nada, como tampoco sirven el sinfín de remedios más o menos caseros que con frecuencia te aconsejan para intentar hacerse con el querido sueño. La autora belga, que con esta su primera novela tuvo un gran éxito, centra la novela en dos personajes que padecen insomnio y que viven relativamente cerca. Maya es uno de ellos; lo intenta todo para conseguir unas horas de sueño, pero pronto se rinde a la evidencia y comienza unas enloquecidas salidas nocturnas por la ciudad que la llevan a emborracharse y a tener sexo con desconocidos, que la transforman en una provocadora que va llamando a los timbres de las casas para despertar a los que gozan del sueño. Si Maya es muy joven, Benoit es un cincuenton varado en la experiencia traumática de perder a su madre de niño, una madre que es puta y excelente cocinera, y a la que se aferra hasta el límite mismo de la locura, con amigos invisibles que le acompañan en su enloquecida huída hacia ninguna parte. Que ambos personajes van a coincidir se ve desde el primer momento, y toda la novela trancurre en dos mundos paralelos que se unen en algunos momentos, mientras en otros se buscan. No es una buena novela para insomnes, porque puede ser contaminante. Pero es un estupendo ejercicio sobre la fragilidad emocional, sobre la dificultad de mantener el equilibrio en situaciones de no descanso, de alta de sueño que altera profundamente la vida diaria. Hay un tercer personaje entrañable, Olga, una señora mayor que por temporadas ingresa en un hospital con enfermedades imaginarias para tener compañía y no estar sola. Interesante.

EL REGRESO



“El regreso” es una novela de Bernhard Schlink, conocido sobre todo por su obra “El lector” de tan grato recuerdo y tan espléndidamente llevada al cine. Schlink sigue dándole vueltas a la postguerra alemana, a los enigmas en que se convirtieron muchas vidas, a los cambios de identidad, a los abandonos familiares, a los exilios voluntarios en otros países donde algunos se construyeron otras vidas, como queriendo borrar de un plumazo los horrores de las Segunda Guerra Mundial en la que participaron, o de los que tienen mala conciencia. El protagonista de la novela es Peter Debauer que vive con su madre en una ciudad media alemana y pasa los veranos con sus abuelos suizos. De su padre se sabe poco, por no decir nada. Todo lo referido a él esta envuelto en un halo de silencios y medias palabras, aparentemente imposible de traspasar. Sus abuelos editaban novelitas de consumo rápido, pero una de ellas, en realidad unas pocas páginas que cayeron en sus manos llevaron a Peter a intentar hacerse con el resto de la historia y a investigar los pormenores de la vida del autor. La novelita en cuestión narra la historia de un soldado aleman prisionero de los rusos en Siberia, que logra regresar a su casa y encuentra que su mujer vive con otro hombre. Al no conocer el desarrollo de la historia y su desenlace, Peter abre todo tipo de conjeturas y empieza una investigación que le ocupará muchos años, en los que la alterna con su trabajo en una editorial jurídica mientras conocemos detalles de su azarosa vida sentimental. Tirar del hilo es lo que tiene, que a una sorpresa le sigue otra y reconstruir el rompecabezas es muy difícil y más cuando toca de lleno la vida del que lo hace y pone patas arriba su identidad tal y como la conocía. Es magnífica la equiparación que realiza entre la novelita y la Odisea y muy interesantes las reflexiones que plantea sobre las reacciones humanas ante situaciones extremas. Estamos ante una novela ambiciosa que intenta aportar algo de claridad en esa nebulosa aparentemente indescifrable que envuelve el pasado de toda esa generación de alemanes ahora ya ancianos. No falta tampoco una interesante referencia a los días de la unificación alemana y a la manera en la que la afrontaron los hasta entonces ciudadanos germanoorientales