martes, 20 de marzo de 2012

PULSO

Julian Barnes regala en Pulso una nueva colección de cuentos, que resulta ser todo un muestrario de su maestría escribiendo. Elegante, cercana, coloquial, su escritura hace disfrutar del placer de la lectura lenta, recrearnos en situaciones que resultan reconocibles y reflexionar sobre ese arquetipo humano, la pareja, sobre la que tanto se escribe y se escribirá. Son catorce cuentos, aunque cuatro de ellos tienen el mismo escenario, una reunión de amigos que, en la sobremesa, charlan sobre lo divino y lo humano, sin ponerse trascendentes, de forma muy coloquial y creíble.
Hay tres cuentos que se refieren a la importancia de los sentidos y las dificultades que provoca su carencia. Uno es el de la vista, donde Barnes nos cuenta los incomprendidos esfuerzos de un médico en Viena por curar la ceguera de una joven, probablemente causada por la presión familiar,con unas dotes para la música inigualables que podría perder si recupera la visión. Otro nos cuenta el quehacer de un pintor sordo que en Norteamérica se gana la vida pintando retratos de gente que se siente importante y que quiere parecerlo aún más en los cuadres. Y un tercero, Pulso, que da título a la colección de cuentos, es sobre el olfato que pierde, por razones inexplicables, el padre del que nos narra la situación y que no dudará en someterse a la acupuntura china y su teoría de los pulsos.
Casi todos los cuentos entran en las dificultades para la convivencia en pareja, que a veces se soslayan entregándose con pasión a la jardinería o a las caminatas, potenciando lo que tienen en común para evitar afrontar otras cuestiones. Y cómo, a veces, ese sobreentendido sirve para que la pareja permanezca unida. Otras veces es imposible y la incomprensión lleva a la soledad y a la incomunicación.
En todo caso una buena ocasión para acercarse a uno de los mejores narradores británicos. El disfrute está asegurado.

martes, 6 de marzo de 2012

1Q84, libro 3

Lo había ido aplazando, pero finalmente abordé este tercer libro de 1Q84, ese mundo paralelo a 1984 creado por Haruki Murakami y que lleva al desenlace de esa historia entre realista y fantástica que permite precisamente ese escenario en otra dimensión. Volvemos a encontrarnos con Aomame y Tengo, que van acercándose lenta pero inexorablemente, pierden presencia personajes anteriores e irrumpe un tal Ushikawa, un detective contratado en su día por la secta Vanguardia para buscar una fisio de confianza, Aomame, que ahora tiene que darle caza porque le salió rana y cometió un asesinato que descabezó a ese grupo. Murakami vuelve a hacer un ejercicio de maestría al describirnos escenas de la vida cotidiana en detalle y perfectamente reconocibles, con saltos hacia un mundo imaginario donde una crísalida parece ser el origen y el fin, donde aparece la little people, donde el cielo es compartido por dos lunas...Sigue por tanto la línea de las dos entregas anteriores, esta vez dando una vuelta de tuerca más y precipitando un desenlace, el único posible, para dar por buena la historia. Hay sin embargo en esta tercera parte un estilo más repetitivo y cansino. Constantemente nos recuerda situaciones anteriores, en una reiteración excesiva que recuerda a esas teleseries interrumpidas constantemente por cortes publicitarios, que tienen que recordarnos lo que ya hemos visto para mantener el hilo. Aquí se pasa y es lo menos digerible de esta novela por lo demás llena de escenas de gran frescura y cercanía en la línea de lo mejor de su escritura. En todo caso está bien que haya cerrado ya la historia, que daba para poco más.