La excusa para entrar en materia en esta novela es el viaje de un padre con su hijo a Cambridge para intentar convencerle de que se matricule en Harvard. El paseo por la ciudad y la universidad con el hijo, un tanto frustrante por el desinterés del mismo, le lleva a rememorar un caluroso verano de los años setenta en el que él mismo estudia contrarreloj para recuperar un ingreso al doctorado que suspendió en primera instancia y para el que tienen una segunda oportunidad.
En un Harvard casi desierto, inmerso todo el día en un maratón de lecturas, el protagonista, en el que se adivinan datos autobiográficos, entra un día en un café y allí conoce a un personaje que dejará una profunda huella y que incluso será determinante en su futuro: se llama Kalash y es un joven tunecino que se desespera, más que espera, al tratar de conseguir un permiso de residencia o tendrá que hacer frente a la expulsión del país. La conexión entre los dos es inmediata: los dos son unos desarraigados, comparten nacimiento en el Mediterráneo, buscaron una segunda patria en Francia, país al que tienen idealizado, y han acabado en Estados Unidos con distinta suerte. El uno enfrascado en sus lecturas, el otro una demoledora ametralladora verbal contra todo lo que le rodea, se reconocen un un mundo que es cada vez más irreal y mantienen una intensa amistad sin futuro, ya que las opciones de cada uno son bien diferentes.
Es una historia muy interesante sobre inmigrantes, capacidad de asimilación, desarraigo, vivir al día, futuro incierto y final previsible e inevitable. Una novela con rasgos autobiográficos como el hecho de que el protagonista, al igual que el autor, habría nacido en Alejandría (Egipto)en una familia judía obligada a emigrar primero a Europa y estableciéndose luego en Estados Unidos. A tener en cuenta.