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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

lunes, 11 de julio de 2011

VIDAS ERRÁTICAS

Empezar a leer "Vidas erráticas"es sumergirte en aguas, en terreno conocido. Desde la primera página, el ambiente te resulta muy cercano. No por vivido, sino por visto o leído. Es algo así como una vuelta actualizada al neorrealismo italiano, a aquellos barrios que tan bien restrataron De Sica, Rosselini, Fellini e incluso Pasolini. Gianni Celati, un escritor de larga trayectoria en Italia, presenta una novela, casi una recopilación de cuentos, muy sencilla, y no es fácil, con un lenguaje muy coloquial y una mirada mas que amable amigable de una ciudad de provincias italiana en los años cincuenta. Con los precedentes cinematográficos no cuesta nada visualizar de inmediato esas calles grises y sus gentes, con personajes a menudo singulares que ponen un poco de sal en medio de tanta grisura.
Celati pone el foco, en las tres partes en que divide la novela, en otros tantos personajes especialmente singulares. Por un lado está Pucci, un chaval silencioso donde los haya, que vaga todo lo que puede por la ciudad, acompañado de un gordo sin complejos Bordignoni, obsesionado con las mujeres con tetas abundantes y en concreto con la madre de Pucci. El segundo personaje es Zoffi, un joven metido a estanquero a la fuerza, tras la muerte de su padre, que se pasa el día filosofando con la panda de jubilados que se reúne en el local. Y Por último Tritone, un escritor de novela histórica, gloria nacional de las letras, que no sabe si le alaban por la calidad de su obra o solo para alagarle y que duda de que muchos de los que le aplauden y jalean hayan leído siquiera una línea de sus textos.
En fin, una hermosa inmersión en el pasado, perfectamente digerible y que deja un regusto agridulce, más por nostalgia que por la situación contada.

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