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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

lunes, 31 de agosto de 2015

EL ENIGMA FLATEY

Un poco de exotismo, al calor de la moda de la novela negra nórdica. Y no puede ser más exótica esta novela que viene nada menos que de Islandia, esa isla escasamente poblada, medio perdida en el Atlántico Norte y de la que apenas sabíamos nada antes de la última crisis financiera, a no ser lejanos recuerdos sobre la procedencia del bacalao. La escribe uno de los autores de moda en la isla-país, Viktor Arnar Ingólfsson, que sitúa la acción en una aldea perdida que conoció desde niño y que está situada en el noroeste de Islandia. La islita se llama Flatey y da nombre a una famosa y sangrienta crónica medieval que cuesta historias de reyes y nobles cuando el país era parte de Dinamarca. Esa crónica contiene un enigma, de difícil interpretación, sobre el que nos va  dando pistas al final de cada capítulo. Pero además descubrimos que la solución a ese enigma está detrás de la aparición de un cadáver en un islote cercano, un descubrimiento que va a poner patas arriba la tranquila rutina de la aldea. Porque provocará la llegada de un investigador, más centrado en sus problemas que en aclarar el caso, y de un periodista, adicto a la botella, que brega también con sus propios demonios. Pronto descubren que el muerto era un prestigioso profesor danés, pero todo son incógnitas sobre las causas de su fallecimiento y cómo fue a parar a semejante lugar. Así las cosas, y mientras se va desvelando poco a poco el misterio, el autor nos ofrece un retrato formidable de la vida cotidiana en ese apartado lugar del mundo, la acción transcurre en los años sesenta,donde la subsistencia es difícil y donde todo apunta a que la población irá desertando poco a poco hacia lugares donde la vida ofrece presuntamente más oportunidades.
Una novela interesante, ya que no responde exactamente al esquema tradicional de la novela negra, que nos aporta un cierto conocimiento de la sociedad islandesa, y como tal recomendable para gentes que quieran saber de otros mundos que no están en el nuestro. Pero, vamos, también se puede pasar olímpicamente de ella.

jueves, 27 de agosto de 2015

EL DÍA DE MAÑANA

Si alguien quiere sumergirse unas horas en la España gris del tardofranquismo, la de los años sesenta y setenta del siglo pasado, por un ataque de nostalgia o por conocer un período sobre el que poco se ha escrito, salvo textos imprescindibles como los de Juan Marsé, nada mejor que acercarse a esta novela de Ignacio Martínez de Pisón. La sitúa en esa Barcelona de los sesenta en la que empezaban a articularse los primeros movimientos de resistencia al franquismo, en muchos casos puro juego de salón, mientras el resto del país, salvo pequeñas excepciones, seguía sumergido en el aburrimiento y la lucha por la supervivencia, un clima que la dictadura mantenía con mano dura en las últimas décadas. Y el foco se va a poner en uno de esos luchadores, en uno de esos resistentes no al régimen sino a las penurias de la vida. Se trataba de sobrevivir y eso es lo que se propuso Justo Gil, que llega a la Ciudad Condal con lo puesto y llevando como sobrepeso una madre impedida. No tiene nada y está decidido a salir adelante, dejando de lado cualquier escrúpulo. No le seguimos directamente, sino que le vamos descubriendo poco a poco, a través de una docena de personajes que tuvieron distintos tipos de relación con él: conocidos de su pueblo, amantes, policias, opositores al régimen. Y es que Justo Gil empieza trabajando en lo que le sale, pronto empieza a montar iniciativas que derivan en estafas y acaba, más por presiones que por convencimiento, como un activo confidente de la temida brigada político social de la policial. No hay contemplaciones con el personaje al que, a pesar de todo, no se le puede condenar:él fue, como otros muchos, un juguete roto de la dictadura, y muchos de sus actos tuvieron que ver más con el comer cada día que con servir al franquismo. 
En todo caso estamos ante un interesantísimo retratado de aquella Barcelona de los sesenta y setenta  en la que muchos que vivieron allí y en otras partes de España se verán reflejados. Advertir que deja un poso amargo en quienes sufrieron aquellos años y en quienes se interesen por un período sobre el que ha habido demasiada amnesia.