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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

martes, 24 de marzo de 2020

NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA NOCHE QUIETA, de Ricardo Menéndez Salmón

Me cuesta entrar en los libros de Ricardo Menéndez Salmón porque de alguna manera me apabulla la brillantez de su escritura, su cuidado extremo en la elección de las palabras, y las imnumerables citas que suelen acompañar sus textos. Es como si tuvieras que prepararte para abordar sus obras, prepararte para empaparte de una magnífica redacción, de un derroche  de vocabulario y de referencias a otros textos que, con suerte, conoces más por el título que por haberlos leído.
Este libro llegó a mis manos  y, a lo anterior.  se unió mi especial aversión a esa actitud de algunos escritores  de nuestro país de mirarse el ombligo con demasiada frecuencia y airear sus "demonios" en un ejercicio de egocentrismo exacerbado.
 De ahí que me acerqué al libro con reticencias. No es una novela, tampoco un ensayo, es, por definirlo de alguna manera, un ajuste de cuentas consigo mismos y con los treinta últimos años de su vida en la que creció, estudió y se independizó al compás de la larga enfermedad de su padre, que ha marcado profundamente su vida.
La obra arranca con su padre, en paliativos en un hospital, en las últimas horas de su vida. Y tras ese arranque el autor nos arrastra a una profunda reflexión sobre lo que significó la enfermedad del padre para un hijo único y cómo esa  situación influyó de una manera determinante en su educación y en su construcción como escritor.  Hay una bajada a los infiernos, un debate sobre la culpa, una reivindicación  de la figura del hijo que debía ser el centro de atención pero que la enfermedad paterna relegó a un segundo plano.
Ya he dicho que no suelo degustar este tipo de desnudos personales que tanto tientan a nuestros autores, ni sé hasta que punto  es estimable que alguien exponga  unas vivencias tan personales en la escena pública.
En todo caso me quedo con la brillantez de su escritura y siempre se le agradece el trabajo denodado que pone en cada una de sus obras.

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