
El reto, cubierto, de Reverte era un viaje por un tramo del Yukón, uno de los rios más salvajes y literarios del mundo, precisamente el que coincide con los puntos donde se produjo la avalancha de buscadores de oro, a finales del XIX y principios del XX. Javier rinde homenaje a las decenas de miles de personas que se lanzaron a buscar fortuna haciendo frente a la dureza de una tierra donde sobrevivir era toda una hazaña. Se nota que se ha documentado muchísimo sobre aquella marea humana y los personajes, algunos inmortalizados por el cine, que adquirieron un cierto protagonismo, casi siempre rayando o claramente ligados a actividades ilegales.
Es fascinante la manera en que se enfrentó al descenso, en canoa, de ese tramo del Yukón, teniendo en cuanta que nada sabía de navegar y menos en aguas tan turbulentas. Más allá del Yukón nos da noticia de otras localidades de las que nunca había oído hablar, como Nomé, y de auténticos paraísos donde los osos son casi tan numerosos como los bosques. Una pasada fascinante.
Con más de quinientas páginas, que incluye cronología histórica canadiense, se me hace raro las pocas líneas que dedica a Vancouver, la rapidez con la que pasa por las Rocosas, o la avaricia a la hora de despachar el larguísimo viaje en tren desde la Britihs Columbia y Toronto. Es más, disiento claramente de su visión de Toronto y no acabo de comprender como se embarcó en un autobús turístico(lo digo al referirme a un viajero tan curtido como él) para ver Niágara, cuando las cataratas y su región, por libre, son, sin duda, uno de los parajes más hermosos del mundo, algo parecido al paraiso, supongo.
Envidiable su regreso a Europa ,desde Montreal, en un barco mercante.
No ha sido el libro que me de el empujón necesario para ir Alaska y el oeste canadienses, pero todo se andará. Por lo demás, siempre un placer gozar de la enorme sabiduría de ese viajero impenitente.
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