Volver a William Boyd supone siempre un placer asegurado. Es un impecable contador de historias, con buena factura, interesantes y plagadas de situaciones un tanto disparatadas que no restan credibilidad a lo narrado. En esta ocasión elige los convulsos sesenta, del siglo pasado, concretamente 1968, para presentarnos tres personajes relacionados con la creación artística. Por un lado está Talbot, un productor de cine cada vez menos interesado en las películas en que se embarca, con una vida familiar anodina y unas pulsaciones sexuales que a ratos ignora y que otras veces la arrastran a situaciones que no sabe manejar del todo. En la película que tiene entre manos está una actriz norteamericana, Anny, en un buen momento de su carrera, a la que un pasado no muy lejano le va a complicar la vida extraordinariamente, con seguimiento, parece ser, de la Cia y el FBI, por las andanzas de un exmarido embarcado en su propia revolución. Y la tercera pata de la historia corresponde al personaje de Elfrida, una novelista que sufre de años de sequía creativa, apremiada por sus editores y bregando contra la presión con masas crecientes de alcohol que promete abandonar en cuanto retome su trabajo literario.
Un cuadro de personajes muy identificados con anteriores novelas de Boyd que nos hacen pasar, cuando menos, un buen rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario