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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

miércoles, 15 de julio de 2009

EL REFLEJO DE LAS PALABRAS

La ventaja de las librerías de toda la vida es que puedes consultar con alguien y casi siempre, te tienen tomado el punto, aciertan con la recomendación. De esta forma llegué a esta obra de Kader Abdolah, escritor iraní asilado en Holanda, de la que no había oído hablar. Un joven dependiente de la librería Fuentetaja de Madrid me lo recomendó con tanta vehemencia que tuve que hacerle caso. Y ¡qué joya!. La novela tiene profundos trazos autobiográficos, los vividos por el propio autor muy comprometido, desde su militancia comunista, en la lucha primero contra el régimen de Shah de Persia y luego contra el régimen de los ayatolahs, el del fenecido Jomeini. De ahí que mezcle retazos de esas acciones de resistencia con una historia más en la línea del Irán tradicional. La de Aga Akbar, el padre en la novela, un rústico y sordomudo habitante de la zona de la montaña del Azafrán, donde hay una cueva reclamo para los fieles chiítas iranies. En aquella remota región, donde los habitantes sobreviven como pueden, un tanto ajenos a lo que pasa en el resto del país, la vida del modesto tejedor de alfombra Akbar y su familia servirá para seguir el paso de la dictadura pronorteamericana del Shah y su política de modernidad impuesta a golpe de decreto y represión, al de la dictadura de los imanes, y su marcha atrás en la historia. Kader Abdolah consigue un difícil equilibrio entre una forma de narrar muy moderna y visual y otra más poética que tiene sus raíces en la más arraigada tradición persa. Para mas florituras recurre incluso a poetas de su patria de adopción, Holanda, para dar ese aire tan espiritual al conjunto de la obra. El autor utiliza distintos tiempos narrativos y toma como eje de todo el empeño de Ismail, su alter ego refugiado en Holanda, por descifrar un cuaderno escrito por su padre en un particular lenguaje a base de signos cuneiformes. La obra es una maravilla y, según he leído en artículos sobre este desconocido autor, muy en la línea de las otras cuatro novelas anteriores. Algo, en definitiva, distinto, para leer en medio de este calor atroz veraniego

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