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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

jueves, 23 de septiembre de 2010

TODO FLUYE


No hay nada más demoledor para una ideología que el retrato que sobre su aplicación en la vida real hace alguien desde dentro, alguien que una vez creyó en la revolución y que, a pesar de los peligros, decide denunciar no ya sus fallos, sino sus atrocidades sin fin, su manipulación social, sus imperativos impuestos a sangre y fuego. Es el caso del comunismo soviético y de Vasili Grossman que renunciando a su silencio para medrar en la compleja sociedad rusa de la época, prefiere dar cuenta al mundo de lo que ocurre y atenerse al ostracismo, la mejor de las suertes que le quedaban. Grossman ya había sido cronista de la batalla de Stalingrado, ya había denunciado, entre los primeros, la existencia de los campos de exterminio nazi y, en una acción casi suicida, se apuntó a desvelar el peor de los secretos del stalinismo, los horrores de los campos de trabajo, más bien de exterminio, comunistas en la Siberia profunda, los desplazamientos en masa de pueblos vistos como inferiores, las purgas interminables. Lo hacia, eso en VIDA Y DESTINO, con el trasfondo de la Segunda Guerra Mundial. Una obra vetada durante mucho tiempo, algo que no le desanimó, sino todo lo contrario, a proseguir con su denuncia. TODO FLUYE es su última novela, escrita durante la etapa en que la URSS fue gobernada por Jruschev, en plena desestalinización. Y es en esta novela donde Grossman va más allá que en las anteriores y siguiendo la vida de Iván Grigórievich, que pasó varios años en campos siberianos, nos sumerge en una profunda reflexión sobre la deriva hacia el horror en que cayó la revolución que destronó al zar y que en años sucesivos repetiría los errores de aquel régimen absolutista y llevaría el horror a límites desconocidos.Analiza Grossman los motivos que llevaron a Lenin a deshacerse de todos sus compañeros del viaje de la revolución. Asegura que Lenin fue implacable porque, como buen iluminado, se creía en posesión de la verdad absoluta, se negaba a todo debate y optó por deshacerse de todo el que no pensara como él. Se pregunta Grossman si Lenin fue consciente de los atropellos y actos criminales que generó su proyecto político en el que el estado pasó a serlo todo y donde la libertad, algo que los rusos nunca conocieron, no fue mas que un concepto verbal de uso propagandístico. Los errores descomunales de los primeros años adquirieron con Stalin proporciones gigantescas. Todo era estado, y por el bien de este todo estaba permitido. Se iniciaba así una política criminal que despojó de las tierras a millones de campesinos, después de haber despojado de las mismas a los terratenientes. Una política que poco a poco fue ampliándose y por la cual todos perdieron sus negocios privados, desde una gran empresa a un pequeño comercio. La estatalización de la tierra, los programas de producción obligatoria, los planes quinquenales y la falta de alimentos provocaron millones de muertos en el campo. No había comida para quien no cumpliera con la entrega de la cuota establecida. Esa política arrasó sobre todo los campos de Ucrania y Bielorrusia. Se fomentó además la delación, la denuncia sin necesidad de prueba, las detenciones masivas con acusaciones falsas, la escenificación de arrepentimientos por delitos que ni siquiera sabían que habían cometido, las deportaciones, la apertura de campos de trabajo gigantescos en la terrible Siberia. Nadie estaba a salvo, todo el mundo era sospechoso de contrarrevolucionario y el terror se instauró como el mejor de los métodos para asegurar al estado. Un estado que controlaba todo, desde el cauce de un riachuelo en Balkaria, la producción de una gran fábrica en los Urales o el permiso vacacional de un funcionario de Odesa. Todo. Es esta una novela que no hay que perderse, sobre todo si uno ha tenido algún tipo de interés por Lenin, por su revolución y por los progresos de la extinta Unión Soviética. Y es que nadie conoce mejor lo que pasa en casa que el que está dentro.

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