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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

lunes, 12 de enero de 2009

AFTER DARK


Haruki Murakami hace en este After Dark una de aliño, recurre a los mismos trucos que en novelas anteriores y nos deja una novela muy breve, la historia podía haber dado mucho más, amable en la lectura, pero que suena a otros argumentos suyos ya contados. Elige en esta ocasión el Tokio nocturno que tan bien conoce. Con escenario principal en una de esas cafeterías abiertas toda la noche, donde una joven, Mari, que aparentemente ha perdido el último tren está decidida a pasar la madrugada hasta que pueda tomar el primero de la mañana. Absorta en la lectura de algo que no conocemos, la aborda Takahashi, un joven músico desencantado, decidido a sentar la cabeza y abandonar el jazz. Este personaje será el punto de unión que nos permitirá conocer a le hermana de Mari, sumida en un extraño, profundo e inexplicable sueño al que asistimos como frios espectadores, a pesar de la situación alucinante que vive. Deja aquí Haruki volar su imaginación por uno de esos espacios mitad sueño mitad realidad, inquietante en todo caso, y al que no se ve salida fácil. La otra parte de la novela gira en torno a un loce hotel, donde Mari será requerida para hacer de intérprete de una prostituta china maltratada, que no tiene idea de japonés. Reconozco que esperaba bastante más de esta nueva entrega del novelista japonés, que insiste una y otra vez en sus temas favoritos y lo acompaña de otra de sus pasiones el jazz, dejando un reguero de títulos en el texto. Para que el interés no decaiga, me temo que Haruki tendrá que explorar nuevos territorios, aunque eso sí conservando esa prosa cercana que me maravillaron en Kafka en la orilla o en Tokio Blues.

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