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GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

jueves, 29 de enero de 2009

El ejército perdido


Manfredi, Valerio Massimo, nos trae otra aproximación al mundo griego que tanto le apasiona. En este caso toma como hoja de ruta la Anábasis de Jenofonte, para completar la hazaña de los diez mil con aproximaciones propias, según dice hechas a partir de los viajes de investigación arqueológica que realizó por la ruta recorrida cuatrocientos años antes de Cristo por aquel ejército de mercenarios.
La historia, recordemos se remonta a la época en la que a Grecia, desangrada tras las guerra de los treinta años entre Esparta y Atenas, acude el gobernador persa Ciro el Joven, hermano menor del emperador Artajerjes, a reclutar un ejército de mercenarios entre los temibles restos del ejército espartano, completado con personal de otras zonas griegas, para arrebatarle el trono. Los espartanos constituían el grueso de los diez mil, y eran reconocidos y temidos por sus mantos rojos. Una máquina de matar que rozaba la perfección y que cumplió su cometido en el gran choque contra los persas, pero la muerte de Ciro les dejó sólos, desconcertados y decididos a regresar a su país. El regreso constituyó la gran epopeya, porque al acoso permanente de los persas y distintas tribus, que les obligaron a realizar una ruta imposible hacia el norte que les llevó hasta las proximidades de Armenia, había que contar con que Esparta no quería su vuelta, y estaba dispuesta a impedirlo por todos los medios, para evitar que se descubriera su doble juego con los poderes persas.
La historia en sí misma es fascinante, como no podía ser de otra manera, de ahí quer perviviera la narración hecha por Jenofonte, que primero fue el cronista del ejército y acabó como lider militar del mismo.
Manfredi, que tuvo su mejor momento con la trilogía de Alexandros, no parece haber trabajado demasiado la historia, ya que sigue de forma muy fiel la Anábasis. La novedad que introduce es que la narradora es una indígena, Abira, convertida en amante de Jenofonte, y por tanto testigo directo de la marcha y de la personalidad de este. El problema es que a Manfredi se le va la mano porque el personaje elegido, teóricamente una joven analfabeta de una remota aldea perdida entre Turquía, Siria e Iraq, no solo escribe como los ángeles y aprende griego en dos días, sino que se convierte poco menos que en estratega indiscutible y detectiva sabelotodo que descubre más de una conspiración. En fin, el recurso se le ha ido un poco pero la historia sigue siendo tan fascinante que merece la pena echarle un vistazo. Además la lectura es fácil y, por momentos, con buen ritmo. Así que, si no hay nada mejor entre manos, animaros.

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