
La novela se estructura en un intercambio epistolar entre una condesa de origen francés, casada con hidalgo español, y aburrida de profesión, y Voltaire, tan dado él a contestar cartas. La obra le sirve al siempre combativo Savater para rescatar una de esa figuras imprescindibles del pensamiento universal, un raro del XVIII, sin el que no se entenderían ni la Enciclopedia ni la Ilustración. Savater nos lo pone muy fácil para acercarnos un hombre en constante combate contra el fanatismo religioso, el absolutismo monárquico, aunque supiera vivir bastante bien a su sombra, sus campañas contra la pena de muerte o la superstición. En fín, un estupendo resumen de las mejores ideas de Voltaire, presentadas con un cariño sólo posible en un "afrancesado" declarado como Savater.
La contra la pone el propio Savater, a través de las cartas de la condesa, presentando la cara más fea, la más defectuosa de la España de entonces. Tremenda su descripción de Madrid, "que no es capital ni nada que se le parezca sino simplón pueblo grande, lleno de moscas, de mierda, de rezos, de curas...","tiene fama de ser la ciudad más sucia, pestilente y vocinglera de Europa...". Seguramente se le fue la mano, sobre todo cuando se le ve el grandonismo con el que se refiere a su País Vasco, "estas tierras Vascongadas poco tienen que ver con el atraso y abandono de otras regiones de España. Campos bien cultivados, arbolado abundante, caminos en muy buen estado, aldeas límpias...". En fín, permitámosle a Fernando ese desliz por el terruño. Lo importante es que nos ha dejado una novela estupenda, que nos permite la impagable ocasión de acercanos a las avanzadas ideas de un Voltaire hoy todavía vigente, porque, sin duda, fue un adelantado a su tiempo. Absolutamente recomendable.
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