
Es una novela de sabor antiguo, que refleja el esfuerzo y el gusto por las cosas pequeñas. Que habla de las desventuras y la sencillez con la que afrontan la vida esos pioneros que no dejan de maravillarse ante una naturaleza inmensa que los maneja a su gusto
Es un viaje a las cosas primeras, al esfuerzo titánico por arrancar a una tierra virgen sus primeras cosechas, por hacer retroceder a un bosque que al menor descuido recupera terreno, por sobrevivir en una tierra de nieves y vientos glaciales que se adueñan del territorio de Octubre a Mayo. Es también un viaje a la soledad, al valor de los vínculos familiares, a la resignación de renunciar a una vida más cómoda, a la capacidad para sobreoponerse a la escasez de recursos. Les queda la oración, la satisfacción ante el trabajo bien hecho, el disfrute de las raras reuniones sociales, la querencia por autorrealizar el sueño de toda una vida.
La novela parece un poco trasnochada a estas alturas. Tampoco mantiene una tensión narrativa vivaz. Más bien hay que acercarse a ella como un vistazo a una época pretérita, de valores distintos, un tiempo ya dejado muy atrás pero que es mirado con orgullo por los canadienses. Su historia es corta y sus orígenes están ahí. La novela gira en torno a la familia Chapdelaine, y sobre todo en torno a la hija mayor, María, la que tiene ante sí el dilema de continuar su vida en la granja aislada de sus padres o compartiendo la vida con un campesino de la zona, o irse a Estados Unidos donde un pretendiente le asegura una vida cómoda, en una ciudad llena de diversión y posibilidades. El final es previsible y la novela es todo un poema al Quebec rural en su etapa más dura.
1 comentario:
Maria Chapdelaine es un clásico de la llamada literatura del terruño en Québec: Poder de la Iglesia, campo, mujeres serviles, hombres rudos que colonizan una tierra inhóspita y el amor por un Québec rural y conservador que hoy no existe. Esos son los ingredientes básicos de este cóctel de nostalgias.
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