Datos personales

GIJÓN/XIXÓN, ASTURIAS
Un lector por libre. Leo lo que me apetece en cada momento, lo que encuentro, por ejemplo rebuscando en la biblioteca pública, o cualquier título que me llame la atención en una librería. No soy metódico, me dejo influir, qué remedio, por lo que va saliendo, pero guardo un mínimo espíritu anárquico para que no todo sea al dictado. Este blog no pretende ser guía para nadie, ni una recopilación de críticas. Sólo reseñas de lo que cae en mis manos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

LA BOFETADA

Australia es, al parecer, mucho más que esas idílicas imágenes de playas interminables llenas de surferos, territorios vastísimos y despoblados que transportan a una de las últimas fronteras, koalas y canguros, gente desenvuelta y maja, en fin uno de los pocos países que figuran en el imaginario colectivo como lugar a donde uno emigraría sin dudarlo si estuviera en esa tesitura. Pero claro esas imágenes standarizadas, como suele ocurrir, son solo una parte, la que interesa quedarse, pero ocultan otro mundo que reproduce, vaya por dios, las mismas miserias y placeres que se pueden vivir en otros países, sobre todo de la órbita occidental. Y eso es lo que retrata Christos Tsiolkas, autor consagrado, descendiente de griegos y que con mucho detalle nos va desgranando esa otra Australia alejada de la imagen turística, pero acomodada y occidentalizada. Tsiolkas bucea en una sociedad que conoce bien, la de clase media australiana, en este caso en Melbourne, para desvelarnos lo que ya sospechábamos, que su forma de vivir, sus problemas, sus formas de divertirse, la complejidad de sus relaciones, son similares a las que puedes encontrar en capas sociales similares en Estados Unidos o Europa.
La excusa para meterse a fondo en esas vidas aparentamente apacibles es la bofetada que un adulto le da a un niño de cuatro años durante una barbacoa en una casa de las afueras de la ciudad. A partir de ahí, y a través de la interpretación de varios de los asistentes, se entra en el debate de hasta que punto se tenía merecida el niño, ejemplo donde los haya de malcriado, esa bofetada, o si es aceptable o no que un adulto golpee a un menor, aunque haya circunstancias atenuantes. Y es que el crío, Hugo, cuatro años, que todavía mama del pecho de su madre, acostumbrado a hacer lo que le da la gana con el aplauso de sus padres, parece pedir a gritos esa bofetada. Pero el autor de la misma, padre a su vez de otro menor, y que justifica su acción para defender a su hijo del inminente golpeo con un bate por parte de Hugo, tiene un historial de malos tratos que desmonta cualquier justificación de su forma de actuar.
Pero la bofetada en sí, decía, no es más que una excusa para conocer a fondo a los distintos personajes que están en esa barbacoa. Sus miserias e insatisfacciones. Sus ansiedades e inseguridades. Sus ambiciones. Su defensa o no de tradiciones importadas de sus países de origen. El miedo a envejecer. La rabia por la frustración de una vida lejana a la que ambicionaban. La incomprensión de los mas mayores ante un mundo que les resulta cada vez más ajeno. Y el racismo.
Y esto último es quizá lo que mas sorprende. Porque Australia da imagen de sociedad multicultural modélica y bien avenida, pero a lo largo de la novela aparece constantemente el recelo racista, mas o menos disimulado, y la pervivencia y el aferramiento a las viejas raíces étnicas. Esa mezcla de griegos, judíos, aborígenes, indios, anglos que convive aparentemente con naturalidad es en realidad un magma a punto de explotar que se mantiene controlado más por ser políticamente correctos que porque se lo pida el cuerpo.
En todo caso es una novela fascinante, con una riqueza desbordante de personajes y un acercamiento a la realidad australiana que merece la pena. Además de ese debate común sobre la educación de nuestros hijos, la falta de disciplina y responsabilidad, que ha generado varias generaciones de consentidos que no entenderán ya nunca que no siempre pueden hacer lo que les da la gana.

No hay comentarios: