Es esta, dicen, una de las sensaciones literarias de la pasada temporada en Italia, que consagra a Niccolò Ammaniti como uno de los autores de moda, un escritor de costumbres pegado a su tiempo.
La novela sigue tres líneas que inevitablemente confluirán: por un lado un escritor de éxito rápido, que pulula por los platós de televisión, ávido de fama y dinero, y ligero de escrúpulos, que cultiva una cierta imagen progresista, algo así como escritor maldito en una sociedad muy consumísta, aunque esa imagen tiene poco que ver con la realidad; por otro está un grupúsculo satánico, cuyos integrantes más que descerebrados acumulan un sinfín de inseguridades lo que les lanza a una desquiciada operación para llamar la atención que podría costarles incluso la vida; y por último está un constructor, Chiatti, venido a mas, ejemplar típico del enriquecimiento rápido y sin escrúpulos y deseoso de reconocimiento social.
Este último, que ha comprado un parque a la ciudad de Roma, Villa Ada, para convertirlo en finca privada, organiza la llamada a ser fiesta del año a la que ha invitado a todo el famoseo romano. Se gasta una millonada en llenar el parque con fieras compradas a precio de saldo a circos arruinados de la Europa del Este, contrata a decenas de camareros y asistentes a los que disfraza para la ocasión y organiza tres cacerías que concluirán en pantagruélicas cenas temáticas que hagan inolvidable la jornada. Como es previsible todo se tuerce y los disparates se suceden sin respiro.
Es una novela entretenida, de las que buscan más que una sonrisa pero te pueden congelar la carcajada. Es más de verano que otra cosa. Y entretenidilla. Pero recuerda demasiado un tipo de humor muy anglosajón, el que abusa del disparate y cuyo maestro indiscutible es Tom Sharpe. No es cuestión de cebarse, pero me parece que el libro ha levantado demasiado ruido para tan poca originalidad.
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