Tuve que llegar casi a la mitad de la novela, para recordar que lo que estaba leyendo no me sonaba por casualidad, sino que era una historia más completa, con más pegada, de otra que había visto en el cine. Al final todo encajó: Revolutionary Road de Sam Mendes; una película con Di Caprio y Kate Winslet que no estaba mal, pero que, conocido el original, quedaba lejos de la historia que había escrito bastantes años antes Richard Yates. Y es que la novela es de una enorme profundidad, es una operación a corazón abierto difícilmente transmisible a través de otras vías que no sea el encuentro del lector con el texto y las proyecciones de la imaginación.Fue "Vía Revolucionaria" la primera novela del inquieto Yates, literato y periodista norteamericano de vida intensa que no le impidió pararse y detectar los males profundos arraigados en una sociedad estadounidense que gusta de las apariencias y esconde, tras el cartón piedra, mil y un dramas e insatisfacciones. Y es que la novela va de eso, de vidas que caen en picado por el tedio y la insatisfacción, por el conformismo que les impone la sociedad del bienestar, por la trampa que suponen los apacibles suburbios, con sus blancas casas con jardín, tras las que se viven silencios, incomprensiones, frustraciones, y entierros de aspiraciones propias y compartidas.
Yates hace una profunda disecciónn de la pareja Frank y April Wheeler, empeñados,a nivel teórico, en ser distintos a los demás, mientras las circunstancias y el entorno les van atrapando poco a poco y van derribando unos sueños que pronto se tornan inalcanzables o quiméricos.El American Way of Life acaba en esta novela muy malparado y probablemente de forma injusta. Pero es bueno que alguien nos recuerde, aunque sea desde un argumento situado en los cincuenta del pasado siglo, que seguimos reproduciendo los mismos o parecidos casos de aislamiento y de incomunicación, que, para no renunciar a la comodidad que nos brinda la sociedad, dejamos a un lado valores e ideas y nos justificamos y atrincheramos en las debilidades.
En definitiva, un aldabonazo interesante para los que estamos instalados en la agradable sociedad occidental.






























